martes, 23 de agosto de 2011

KUHN - POPPER

 Popper  -  Kuhn.


Karl Popper.

La manera de concebir la ciencia de sir Karl Popper es clara y convincente: el propósito de la ciencia es captar verdades significativas sobre el mundo, y para hacerlo debe formular teorías potentes. Estas teorías son conjeturas sobre la naturaleza de la realidad que permiten resolver los problemas que crea el que nuestras expectativas no se realicen. Algunas de estas expectativas son innatas, pero la mayoría de ellas surge de teorías anteriores. Forma parte del proceso consciente de construcción de teorías el que para ello utilicemos con toda libertad cualquier material: mitos, costumbres, prejuicios o suposiciones; pero lo importante es lo que hacemos con esas teorías, no su procedencia.
Una vez formulada una teoría, debe ser criticada severamente tanto mediante su análisis lógico como por su contrastación empírica. El análisis lógico reduce los puntos oscuros y saca a la luz las afirmaciones implícitas en la teoría, mientras que la contrastación empírica impone que los enunciados generales de la teoría se articulen con enunciados que describan la situación concreta en que debe contrastarse. Si la teoría es lo bastante precisa ahora ya debe poderse buscar sus puntos débiles intentando falsar sus previsiones. En caso de que pase la prueba, queda corroborada y puede mantenerse provisionalmente.
La importancia de contrastar las teorías está en que el conocimiento no nos llega sin más, sino que hemos de luchar por obtenerlo, pues sin esfuerzo no tendremos más que especulaciones superficiales y erróneas. Pero los esfuerzos que consagremos a nuestras teorías deben ser críticos, dado que protegerlas del mundo sería un dogmatismo que nos llevaría a una sensación ilusoria de saber. Para la ciencia, los objetos y procesos del mundo no tienen una esencia fija que pueda captarse de una vez por todas. Esa lucha en que consiste la ciencia no es, por tanto, sólo una lucha crítica sino también una lucha sin fin. La ciencia pierde su carácter empírico y se convierte en metafísica en cuanto deja de sufrir cambios; la verdad es ciertamente su objetivo, pero está a una distancia infinita.
El tono y el estilo de la filsofía de Popper forman parte importante de su mensaje general, y en buena parte se debe a las metáforas centrales que utiliza. Por ejemplo, la imagen de la lucha darwiniana es una imagen dominante. La ciencia es una proyección de esa lucha por la supervivencia, con la diferencia de que son nuestras teorías las que mueren por nosotros. Para acelerar la lucha por sobrevivir y eliminar las teorías débiles, estamos obligados a tomar riesgos intelectuales. En su vertiente negativa Popper critica diferentes fuentes de autoridad. La ciencia no debe someterse a la autoridad de la razón ni a la de la experiencia: lo que a la razón de una generación le parece evidente, será contingente –o incluso falso- para la siguiente; y nuestras experiencias pueden inducirnos a error o ver alterado radicalmente su significado. Otro aspecto de este lado antiautoritario del trabajo de Popper está en su representación de la “unidad racional de la humanidad”: nadie habla con más autoridad que otro, nadie tiene acceso a una fuente privilegiada de verdad, toda afirmación debe  someterse tanto a crítica como a contrastación.
El estilo del pensamiento de Popper se caracteriza por su insistencia en que puede haber progreso, resolverse los problemas, y aclararse y decidirse las cuestiones si se realiza suficiente esfuerzo crítico. El propio trabajo de Popper es buena muestra de ello, pues ha sacado a la luz las reglas del juego científico y ha señalado los errores que pueden llevar al dogmatismo y al oscurantismo. Además, como parte de ese proceso de clarificación, Popper establece varios criterios y fronteras importantes. El principal es el criterio de contrastación o falsabilidad, que separa los enunciados científicos de las afirmaciones pseudocientíficas o metafísicas. No es que la metafísica carezca de sentido, pero no es científica, es algo que pertenece –por así decirlo- al ámbito de las preferencias individuales. Puede ser una importante fuente psicológica de inspiración, pero no debe confundirse en absoluto con la propia ciencia.
Las otras fronteras o demarcaciones que establece, como las que hay entre las distintas especialidades, se ven tratadas de modo bastante diferente. Esa plaga que es la especialización representa una barrera artificial para el libre tráfico de las ideas, por lo que debe permitirse que las teorías audaces las atraviesen. Popper desprecia también las barreras impuestas por los distintos lenguajes y jergas teóricas: cualquier cosa importante debe poder traducirse de un lenguaje teórico a otro, pues ningún lenguaje tiene recursos misteriosos con los que captar verdades que serían incomprensibles para los otros. La unidad racional de la humanidad no tiene nada que ver con los lenguajes o jergas teóricas.
Esta concepción rigurosa de la ciencia resulta muy atractiva, y seguramente lo es, pues incorpora muchos de los valores que mantiene de modo natural cuaquiera que esté relacionado con la ciencia.

Thomas Kuhn.

La concepción del profesor Kuhn tiene en común con la de Popper la cualidad de presentar una estructura general simple y convincente, en cuyo interior se pueden abordar con finura cuestiones de detalle. Su análisis gira entorno al concepto de “paradigma”, que consiste en una parte representativa del trabajo científico que resulta ejemplar y genera una tradición dentro de cierto ámbito especializado de investigación. La línea de investigación definida por el paradigma ofrece un modelo práctico de cómo hacer ciencia en ese ámbito, suministrando orientaciones concretas sobre el método experimental, los aparatos y la interpretación teórica; además, posibilita el desarrollo de variaciones y reelaboraciones que permiten nuevos decubrimientos. Es evidente que este proceso de crecimiento en torno al paradigma no se limita a ser una duplicación mecánica: las sutiles relaciones que surgen entre los distintos experimentos que se llevan a cabo en torno suyo son más fáciles de percibir que de establecer explícitamente; su interconexión forma una red de analogías con un cierto “aire de familia”.
La tradición que se desarrolla en torno a un paradigma constituye, para el ámbito de investigación acotado pero indeterminado, un conjunto de actividades relativamente autónomo al que Kuhn llama “ciencia normal”. La ciencia normal encuentra su justificación en el valor y eficacia del paradigma, por lo que no tiene ningún interés en ponerlo en cuestión. Ésta corresponde a un estado mental que ve el progreso de esta tradición de investigación en términos de rompecabezas o enigmas que hay que ir desentrañando y encajando más que como surgimiento de auténticos problemas; considerar algo como un rompecabezas o enigma supone que existe una solución y que ésta puede encontrarse de modo parecido a cómo ya se resolvieron con éxito otras cuestiones en el marco del mismo paradigma. Pero estos rompecabezas o enigmas propios de la ciencia normal no se resuelven con sólo seguir cierto conjunto de “reglas”, ni las soluciones están contenidas implícitamente en el paradigma de investigación: la ciencia normal es esencialmente creadora, debe ir haciéndose a sí misma conforme va expandiendo aquella investigación original que tomó como modelo. Kuhn compara esta actividad, a la vez creadora y delimitada, con la aplicación de precedentes legales en el ejercicio de la jurisprudencia.
Kuhn ve la ciencia normal como una sucesión de rompecabezas y enigmas resueltos, de modo que esa acumulación de aciertos es la que da al investigador la confianza y la experiencia necesarias para seguir realizando experimentos cada vez más precisos y especializados. Y la progresiva elaboración de los aspectos teóricos de esa tradición de investigación es la que va dando sentido y coherencia a esos experimentos parciales.
Esta confianza y compromiso mutuos de los éxitos anteriores, no tienen por que quebrarse cuando falla el intento de explicar una anomalía desde los términos del que, por el momento, es un paradigma muy elaborado. El fracaso en resolver un rompecabezas o enigma se atribuye, en primera instancia, a la posible incompetencia de un investigador concreto; también cabe que una anomalía sin resolver llegue a verse como un caso particularmente complicado que puede dejarse legítimamente a un lado durante algún tiempo. Pero si, pese a todo, la perspectiva propia del paradigma no consigue dar cuenta de por qué causa tantos problemas esa anomalía, la que sigue resistiéndose a los investigadores más reputados, entonces puede sobrevenir una crisis de confianza. La anomalía se convierte entonces en un foco especial de atención,  se redoblan los esfuerzos por estudiar empíricamente el fenómeno rebelde y se tendrán que ir elaborando teorizaciones cada vez más periféricas para poder comprender su significado. El modelo de crecimiento de la ciencia normal queda así truncado y se crea un ambiente distinto, al que Kuhn llama de “ciencia extraordinaria”.
Entonces es cuando, para resolver la crisis, puede surgir un nuevo modelo de hacer ciencia en el campo que se ha visto así perturbado. La comunidad de especialistas puede llegar a aceptar un nuevo paradigma de investigación si éste consigue resolver la anomalía crucial. Cuando esto ocurre, Kuhn habla de una “revolución”. Tiene lugar una revolución en la ciencia cuando una comunidad de especialistas decide que el nuevo paradigma ofrece un futuro más prometedor para la investigación que el antiguo. ¿Cuáles son los elementos que llevan a tomar una decisión así?. Hay que tener una comprensión muy precisa de los detalles involucrados para poder captar la profundidad de la crisis de los viejos procedimientos y las expectativas que abren los nuevos. Pero estos aspectos intelectuales de la decisión deben ir acompañados de un juicio, pues el peso relativo de las razones a favor y en contra de un cambio de estrategia científica sólo lo justifica hasta cierto punto, más allá del cual hay que dar un paso que ya no se puede justificar porque faltan las pruebas necesarias. Y los científicos tampoco pueden esperar mucha ayuda desde afuera de su especialidad, pues es en la propia comunidad donde se define lo que son conocimientos y experiencias relevantes; es el último tribunal de apelación.
El análisis de Kuhn tiene, como también el de Popper, un aroma característico que se debe en parte a las metáforas cuyo uso se puede considerar natural. Los científicos forman una “comunidad” de profesionales, y ese término de “comunidad” es muy impregnante, con sus connotaciones de solidaridad social y de una forma de vida hecha de costumbres y estilos compartidos. Esas connotaciones se refuerzan cuando se presenta el contraste con esa imagen de polémica que acompaña a la “revolución” que periódicamente sacude a la comunidad. En Kuhn no hay ninguna animadversión hacia la noción de autoridad, de hecho, en una de sus formulaciones subraya la utilidad de los dogmas en la ciencia. Y presenta la educación científica como un proceso autoritario que no trata de ofrecer a los estudiantes un panorama imparcial de las visiones enfrentadas del mundo asociadas a cada uno de los paradigmas anteriores sino que intenta, más bien, ponerles en condiciones de trabajar en el interior del paradigma existente.
En el enfoque de Kuhn no sugiere que todo cuanto ocurre alrededor de la ciencia pueda ser explicitado y explicado. La ciencia es más un conjunto de prácticas concretas que una actividad con una metodología explícita; en último análisis, es una serie de patrones de comportamientos y de juicio que no descansa en ningún conjunto de enunciados verbales abstractos sobre ciertas normas universales. Aquellos rasgos de la ciencia que llegan a verbalizarse explícitamente, como –por ejemplo- la teorización explícita, utilizan conceptos fundamentalmente anclados en las prácticas paradigmáticas. Un cambio de paradigma viene acompañado, por tanto, por cambios en el lenguaje y en las significaciones, por lo que los problemas de traducción entre paradigmas distintos son profundos y no siempre totalmente superables.

Popper / Kuhn: interpretación comparativa.

Tenemos así dos interpretaciones muy diferentes de la ciencia pero que, aunque sus diferencias sean innegables, comparten un amplio trasfondo. Por ejemplo, apenas divergen sobre lo que pasa realmente en la ciencia. Popper dirige su atención hacia las conjeturas decisivas y las comprobaciones cruciales, como la predicción por Einstein de que la luz debe curvarse en las proximidades de cuerpos pesados. Kuhn no niega la existencia ni la importancia de estos acontecimientos, pero se centra en el contexto que los hace posibles y les da significado. Popper, por su parte, no niega la existencia de la “ciencia normal”, si bien destaca que funciona a saltos. Consideremos asimismo su actividad hacia las disputas teóricas prolongadas, como las que afectan la composición de la materia. Para Popper se sitúan en el centro mismo de la física y de la química, mientras que para Kuhn representan estados de ciencia extraordinaria y, por tanto, son situaciones ocasionales, que afectan más a cuestiones metafísicas que a asuntos propios de la ciencia misma, por lo que influyen poco en la práctica real de la ciencia. Así, Kuhn acentúa su tendencia a ver la ciencia como un conjunto de prácticas concretas y localizadas, mientras que la interpretación de Popper subraya su carácter crítico.
Parece, pues, que hay un gran número de hechos que pueden encontrar acomodo en ambos esquemas, aunque su significación se vea de modo diferente, Kuhn lo aprecia muy bien cuando dice que lo que lo separa de Popper es un cambio de “gestalt”: se combinan los mismos hechos para ofrecer dos cuadros diferentes. Es cierto que el tratamiento que dan a los hechos y a la verdad no separa a ambos análisis de una manera profunda: ninguno de los dos garantiza un progreso hacia la verdad, ambos dan cuenta de los medios que permiten suprimir errores que se detecten; ambos son francametne escépticos sobre el hecho de que la ciencia pueda aprehender algo que sea estable y definitivo. Pero la diferencia entre ellos es considerable.
En primer lugar, conceden pesos muy distintos a sus aspectos prescriptivos y descriptivos. Popper emite sin duda prescripciones metodológicas, pero como es de procedimientos científicos de lo que está hablando, debe mantenerse en contacto –y, sin dudas, lo hace- con las prácticas científicas. El análisis de Kuhn es mucho más descriptivo, sin que se manifiesten aspectos normativos, pero cuando se le presiona dice claramente que su análisis también afecta al modo en que debe hacerse ciencia. En segundo lugar, Popper destaca los debates, los desacuerdos y las críticas, mientras que Kuhn subraya más las zonas de acuerdo que no se ponen en cuestión. En otras palabras, ambos se ocupan de la naturaleza social de la ciencia pero los procesos sociales a los que atienden son diferentes: el debate público, para uno; los modos compartidos, para el otro. En tercer lugar, Popper se centra en aquellos aspectos de la ciencia que son universales y abstractos, como los cánones metodológicos y los valores intelectuales de carácter general. Kuhn lo hace, en cambio, en sus aspectos locales y concretos, como esos trabajos específicos que sirven de modelo a los investigadores. En cuarto lugar, Popper ve la ciencia como un proceso lineal y homogéneo: cada etapa usa los mismos métodos y procedimientos, el contenido de la ciencia se desarrolla al tiempo que su potencial aumenta, viniendo cada paso a sumarse a esa progresión hacia un objetivo infinitamente remoto. Kuhn, por el contrario, tiene una concepción cíclica: en lugar de una ajetreada actividad uniforme, presenta ciclos de procedimientos cualitativamente diferentes, aunque pone énfasis en las apacibles –pero flexibles- rutinas de la ciencia normal. Mientras que los científicos de Popper miran al futuro, los de Kuhn trabajan normalmente en el cauce de una tradición y tienen en el pasado su punto de referencia.

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